jueves, 12 de enero de 2023

"Ya no existen los valores tradicionales", dice Jérôme Bindé

“Las sociedades contemporáneas sufren una crisis de valores. Los que ayer se consideraban importantes fueron desplazados por los frívolos. Esta crisis ya no es sólo la de los marcos morales tradicionales, heredados de las grandes confesiones religiosas, sino también la de los valores laicos que los sucedieron.”

 

Tal es la conclusión a la que llega Jérôme Bindé, catedrático en Letras y director de la Oficina de Prospectiva de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en el libro que dirigió: ¿Hacia dónde se dirigen los valores? (Fondo de Cultura Económica).

PARÍS. Entrevista publicada el 14 de marzo de 2007 en lanacion.com.ar

 

“El crepúsculo de los valores dejó una sociedad inmadura. Las tres edades de la vida están confundidas y se crean y recrean en el presente. Las nuevas tecnologías, la aceleración del saber y el conocimiento dieron lugar a este fenómeno”, sostiene Bindé.

 

“Ya no existe un patrón fijo de valores, de medida estable y absoluta. Todos los valores fluctúan en un amplio mercado. Sus cuotas suben y bajan según los entusiasmos, los pánicos y las más subjetivas apuestas", explica Bindé. Agrega: "Por ejemplo, la moda, que hasta ahora sólo se refería a ámbitos dominados por lo arbitrario y la conveniencia, como es el vestir, invade toda nuestra concepción de valores". El nihilismo y la pérdida de sentido provocan sufrimiento, ya que existe la percepción general de que el mundo atraviesa una crisis. De ella saldremos, según Bindé, no sin valores, pero sí con una escala de ellos diferente de la que hemos conocido.

 

Bindé agrega que no se puede vivir en la tiranía de la instantaneidad. Dice que para paliar esta falta de sentido la solución que propone la Unesco es la educación permanente, un tema medular del reciente informe mundial Hacia las sociedades del conocimiento , coordinado por el propio Bindé (se la puede consultar por Internet en www.unesco.org ).

 

LN-¿Hacia dónde se dirigen los valores?

B-Es una pregunta crucial de la época contemporánea. Muchos ciudadanos se preguntan si las instituciones en las que tradicionalmente tuvieron confianza son hoy dignas de confianza. Algunos se preguntan, por ejemplo, cuando les dicen que les convendría someterse a una intervención quirúrgica, si es realmente por una cuestión de salud o por razones económicas o materiales, para aumentar los beneficios de los servicios médicos. ¿Podemos confiar en la escuela si la inseguridad y la incivilidad reinan y si se instala en ese ámbito la falta de ética? ¿Podemos confiar en las instituciones políticas en una época violenta, signada por los atentados? La pérdida de sentido sólo constituye una respuesta triste y parcial. Sería mejor hablar de deslices de sentido y de creación de sentidos nuevos.

 

LN-Se refirió a la frivolización de los valores. ¿Cómo es eso?

B-Una evolución nihilista de la humanidad desembocó en la frivolidad de los valores. Es, un poco, el mundo de la oferta y la demanda. Los valores suben y bajan. Esto se ve reforzado por el papel de los medios de comunicación, ya que la lógica bursátil, al igual que la moda y las tendencias de corta duración, implica tener en cuenta indicadores momentáneos.

 

LN-¿Cómo llegamos a esta crisis?

B-Si hay algo que nos enseñó el siglo XX es que la crisis de los valores tiene dos caras: por un lado, una totalmente trágica, que llevó al exterminio de millones de personas en la Segunda Guerra Mundial, y por el otro, una dimensión del crepúsculo de los valores con una cierta levedad del ser que va de la mano de la falta de madurez de la sociedad. Eso da lugar a las nuevas éticas: el juego, la disponibilidad, lo lúdico, el rechazo de la seriedad ya se ven en Nietszche y en Gide. Son éticas particulares de artistas, éticas sin obligaciones ni amenazas de sanciones. Asistimos a la "juvenilización" de la sociedad, una sociedad cada vez más inmadura, en la que el ser humano parece no llegar a la edad adulta y permanece en la juventud.

 

LN-¿Por qué se da este fenómeno?

B-Por diversas razones. Por ejemplo, porque la esperanza de vida es cada vez mayor. Por un lado, tenemos, como lo afirma Michel Serres, cuerpos más sanos, más fuertes, que hacen que la juventud sea mucho más larga y que, por lo tanto, las diferentes edades de la vida se confundan. Tenemos una adolescencia muy prolongada . Vemos esta edad indefinida, en la que todos tienen, más o menos, los mismos deseos. Antes el ser humano tenía una infancia, una juventud y una vejez. Hoy la división entre estas tres edades es cada vez más borrosa. Antes se pasaba de la edad en que se aprendía a la edad en que se trabajaba y se ejercían responsabilidades. Luego se entraba en la vejez y, en cierta forma, en la sabiduría. Todo esto está hoy confundido. Esto coincide con otra evolución, que es la educación o el aprendizaje permanentes, durante toda la vida. Esto quiere decir que el ser humano es siempre un alumno, un estudiante casi a perpetuidad. Esto significa una transformación profunda de la relación entre el maestro y el discípulo, entre el que tiene el conocimiento y el que lo recibe.

 

LN-¿Ya no existe esa relación?

B-Está desordenada. Los adultos que tienen el conocimiento se tienen que enfrentar, a veces, con jóvenes que también lo tienen. Tenemos los conocimientos nuevos, los que están en la Red, típicos de los jóvenes. Vemos, entonces, en el sistema educativo, y también en el profesional, que el saber de la experiencia está desestabilizado, jaqueado por el saber de la Red. Hay una relación y un cambio en la sociedad.

 

LN-Cuando afirma que ya no estamos más en una situación de maestro y discípulo, plantea también el problema de la autoridad representada en esta relación. ¿Quién ejerce esta autoridad faltante?

B-En efecto: desaparece aquella autoridad en la forma en que la conocimos. La consecuencia es que nacen caricaturas de autoridad, que se crean por la falta de esa carencia de autoridades clásicas. Hay fenómenos excéntricos, con líderes carismáticos que intentan colmar ese vacío de autoridad. También los sistemas de seguridad externos vienen a colmarlo, creando un universo de hipervigilancia, con cámaras de seguridad y una sociedad observada, la sociedad de la vigilancia. Pero hay otro síntoma, y es la transformación de las instituciones que simbolizaban la autoridad, como la familia.

 

LN-La familia, justamente la que aseguraba la transmisión de los valores...

B-La familia figura siempre en el primer lugar. Se podría decir que nada cambió. Pero no es así: no son los mismos valores familiares. En treinta años cambiaron enormemente. Pasamos de lo que ayer se conocía como la familia ley, por la ley patriarcal, a la familia contrato, y, finalmente, a la familia de tipo asociación, que es una familia en la que todo se negocia como en una ONG y en la que no hay más una única autoridad. La institución símbolo del orden social cambió, ya no es más lo que era antes. Pero, de todas maneras, hay elementos que hacen contrapeso a esa carencia. Por ejemplo en el universo familiar, como consecuencia del aumento de la esperanza de vida y de que los padres están más ocupados, porque ambos trabajan, son los abuelos los que transmiten ciertos valores. No todos los elementos de transmisión desaparecieron.

 

LN-¿Qué entiende por ética del futuro?

B-Una manera de que las decisiones del presente tengan una visión del futuro. Se tienen que tomar decisiones hoy para el futuro. La prospectiva es el arte de anticipar en un mundo incierto. Tenemos hoy tendencias que no serán buenas en un futuro. Se deberán tomar decisiones, y noto que hay cierta preocupación entre los dirigentes por ello. Durante mucho tiempo no hubo conciencia de esos problemas, pero hay evoluciones netas que se producen. Si serán suficientes o rápidas es otra pregunta. Esta ética del futuro subraya la necesidad de incorporar una nueva noción de la democracia que no sea sólo instantaneísta, sino también prospectiva.

 

LN-¿Es hacerse responsable de nuestras acciones de hoy?

B-En pocas décadas se produjo este cambio extraordinario de la noción de la responsabilidad. Cuando era niño la responsabilidad era que nos hiciéramos cargo de nuestros actos: la responsabilidad se ejercía sobre lo pasado. En las últimas décadas la noción de responsabilidad tuvo una inversión temporal y hoy concierne cada vez más al futuro. Somos responsables del futuro porque somos responsables del presente.