sábado, 31 de octubre de 2009

El cerebro de los buscadores web

Un biofísico uruguayo recibió el premio a mejor artículo de 2008 por una revista internacional especializada. Allí establece similitudes entre la memoria y los motores de búsqueda. Fecunda entrevista al científico: cerebro humano y artificial, ciencia básica y tecnología, la ciencia como estructura.

El País, Montevideo. 10 de agosto de 2009

ANA PAIS

En cada clic, los buscadores web como Google, Yahoo! y Altavista rastrean información de una forma similar a la memoria. El científico uruguayo Eduardo Mizraji fue premiado por descubrir este paralelismo formal.

"No fue algo buscado", cuenta el biofísico sobre la investigación titulada “Neural memories and search engines” (Modelos de memorias y motores de búsqueda), por el que ganó este mes el premio a mejor artículo de 2008 de la revista especializada International Journal of General Systems. Mizraji llegó a una novedosa conclusión estudiando dos temas diferentes, entre los cuales terminó encontrando un vínculo estrecho.

Por un lado, el equipo de científicos que integra Mizraji en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República investiga cómo el sistema nervioso busca información, en particular, la lingüística. "Es una estructura que hace que cuando leés lo puedas representar en tu cabeza como ideas y escenarios geográficos, cómo una descripción en un texto enciende imágenes. Es algo fantástico que hace el cerebro y de lo que estamos lejos de comprender", dice Mizraji.

De hecho, si bien la ciencia tiene datos sobre cómo funcionan las neuronas -principales células del cerebro-, todavía es un misterio saber cómo en su interacción producen ideas, almacenan información, son capaces de generar cultura o creatividad. "Conocemos mucho sobre las neuronas, pero las redes de neuronas constituyen un desafío técnico complicado", explica el biofísico.

Por otro lado, para Mizraji y el equipo de la facultad se volvió importante perfeccionarse en las búsquedas web para acceder a investigaciones científicas del mundo. Según Mizraji, "la complejidad de las redes de información (como la web) vuelve dramático el tema de la búsqueda de información en ellas". El año pasado sólo Google llegó al trillón de sitios webs a los que puede direccionar a sus usuarios.
"Goma de automóvil" y "neumático", ejemplifica Mizraji, tienen estructuras de letras muy diferentes, pero significan lo mismo. Por lo tanto, "nos dimos cuenta que los ingenieros tuvieron que encontrar técnicas para hacer búsquedas en la red que conceptualizaran y buscaran emparentamientos temáticos de documentos que trataban de los mismos temas, pero con vocabularios o enfoques diferentes", dice el biofísico.
Y agrega: "Eso nos llevó a darnos cuenta que quienes resolvían esos problemas estaban en el fondo enfocando el mismo problema que resuelve el cerebro".

A fines del siglo XIX los matemáticos crearon las matrices y los vectores sin pensar en ninguna aplicación concreta. Sin embargo, esas construcciones fueron fundamentales en los años 70 para la neurociencia: se convirtieron en una forma de explorar las intuiciones que existían sobre cómo el cerebro almacena la información.
"Los matemáticos habían inventado un instrumental que permitía que las ideas que pudieras tener sobre las redes neuronales, las pudieras poner en términos de modelos matriciales. Y una vez que hacés un modelo matemático, tenés luego una especie de máquina lógica, que es la propia matemática, que te ayuda a extraer conclusiones de tu idea y evaluarlas", cuenta Mizraji.

Así como se empezaron a aplicar las matrices y vectores para comprender la memoria, los ingenieros que programaban los buscadores web también se dieron cuenta que estas herramientas matemáticas eran ideales para rastrear información en los sitios.
"El modo transparente por el cual los ingenieros crean los buscadores sobre la red, nos está ayudando a entender en parte cómo procuramos información en nuestras redes de memoria. Y a la vez los modelos de cómo rastrea el cerebro en sus memorias los datos, puede ayudar a remodelar la red como para que los ingenieros generen motores de búsqueda más dirigidos a sus objetivos", explica Mizraji, cerrando lo que para él es una falsa oposición entre ciencia y tecnología.

Históricamente estos dos mundos han competido por el protagonismo hasta en los presupuestos estatales. Pero para Mizraji "el énfasis en el desarrollo de las ciencias básicas promueve innovaciones tecnológicas inesperadas. Y recíprocamente, estas últimas repercuten sobre las ciencias básicas, suministrándoles técnicas con las que antes no contaban y las empujan hacia adelante. En lugar de haber competencia lo que hay es simbiosis, como dirían los biólogos".

Otro ejemplo de retroalimentación se origina en lo que en balística se conoce como "blanco móvil". Mizraji cuenta que la ingeniería bélica se encontraba con que computadoras veloces demoraban demasiado tiempo en procesar la posición de un avión y anticipar su ubicación futura para dispararle desde tierra. Mientras que, por el contrario, "un ave de rapiña con su pequeño cerebro logra resolver ese problema en segundos porque sabe cómo anticipar la posición de su presa", explica el biofísico.
"El ave no computa como con un programa inteligente, sino que tiene en su memoria almacenadas las tendencias usuales de sus perseguidos y asocia un movimiento con el siguiente", continúa. Si bien las neuronas son lentas respecto a un procesador de computadora, al funcionar en paralelo logran una eficiencia mayor. Según Mizraji, "los ingenieros se dieron cuenta que aquello que los animales estaban resolviendo y los científicos básicos estábamos modelando, era justo lo que precisaban para resolver problemas muy difíciles de ingeniería".

"Los científicos básicos hacemos cosas que realmente no tenemos claro para qué sirven. Sabemos el afán cultural y de comprensión que hay detrás, pero no podemos afirmar en qué van a ayudar al país. Pero el tipo de construcción cultural que hace un científico básico es lo que en la mente de un ingeniero brillante enciende la construcción de una tecnología innovadora", afirma Eduardo Mizraji.

El biofísico cuenta que en la Facultad de Ciencias dictan un curso de redes neuronales, en el que más de la mitad de los estudiantes son de Ingeniería. "Ellos saben lo que nosotros no: todas las utilizaciones tecnológicas que la ciencia básica está teniendo", dice. Un ejemplo histórico es Tim Berners-Lee, considerado el padre de la web. Este físico cuenta que para su creación se inspiró en el cerebro y en un libro de la abuela llamado Enquire within upon everything (Consultas de y sobre todo), cuyo título es muy explícito sobre su amplitud temática.

En la editorial de agosto de la revista International Journal of General Systems, se anunció que el ganador a mejor artículo de 2008 era el uruguayo Eduardo Mizraji. La publicación en prensa especializada es, dice el biofísico, una prueba por la que todo descubrimiento debe pasar. Para él, "a diferencia del arte, donde el artista es singular y tiene un talento que no se confronta con el de otros, en la ciencia casi ningún científico es una individualidad. Si no hubiera existido (Albert) Einstein, es casi seguro que la teoría de la relatividad hubiera aparecido más o menos por esa fecha. La ciencia es como una estructura donde los humanos somos sus trabajadores. Es tan colectiva e internamente controlada, que hasta la imaginación está sujeta a la confrontación con pruebas".


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martes, 20 de octubre de 2009

Miradas sobre la violencia

Ana Palacios
Ñ, 17 de octubre de 2009

De la inseguridad cotidiana a los conflictos internacionales, la violencia ha perdido su carácter oculto. Dos libros recientes analizan, desde la filosofía y el psicoanálisis, la paradoja que supone plantear como solución respuestas que generan aquello mismo que se combate.
Violencia social, violencia de género, violencia criminal, violencia discursiva. Todos los ámbitos de la vida se ven cercados de un fenómeno que si algo ha perdido definitivamente en nuestros días es su carácter de oculto. Su presencia se palpa en todo tipo de disturbios sociales, en los actos criminales privados, en la inseguridad cotidiana y en los conflictos internacionales. Los medios la multiplican al infinito y los discursos que intentan combatirla, cuestionarla e incluso comprenderla concluyen en una especie de tautología que dice más de quien la expone que acerca del tema mismo de la reflexión.

Es posible que uno de los problemas centrales de toda reflexión acerca de la violencia estribe, tal como señala el filósofo y psicoanalista Slavoj Zizek (Eslovenia, 1949) en su libro “Seis reflexiones marginales, en que la confrontación directa con ella produce algo inherentemente desconcertante en el observador y que este desconcierto tiene como pivote el horror mismo que provoca la acción violenta y la empatía inmediata con las víctimas. Así, se haría necesaria una distancia primera que permita un análisis conceptual desapasionado y alejado del impacto traumático inicial. Sin embargo, en este marco no todo debe moverse en la fría aprehensión de los hechos, porque no se puede ignorar que el testimonio de las víctimas proporciona un elemento de veracidad que no puede obtenerse de otro modo. El testimonio de una mujer violada, dice Zizek, se vuelve veraz en parte por su confusión, su incoherencia y su emotividad. Entonces, lo adecuado para intentar una aproximación al problema de la violencia es, para él, separar la violencia subjetiva –la ejercida por un agente sobre una víctima– de dos tipos objetivos de violencia: una violencia "simbólica" encarnada en el lenguaje y sus formas, que tiene que ver con la imposición de un universo de sentido y una violencia "sistémica que es la inherente al sistema, la que incluye no sólo la violencia física directa, sino también las formas más sutiles de coerción que imponen relaciones de dominación y explotación, incluyendo la amenaza de la violencia". En este sentido, la violencia sistémica es, dice, como la famosa "materia oscura" de la física, la contraparte de la visible violencia subjetiva, pero sin la cual no se puede analizar lo que, de otro modo, parecerían ser "explosiones irracionales de violencia subjetiva".

Lo que Zizek, con aguda percepción de las manipulaciones y desplazamientos ideológicos muestra, es que, planteada desde una actitud liberal tolerante, una oposición masiva y absoluta a la violencia desde sus manifestaciones más brutales, como el asesinato en masa, hasta las expresiones de violencia ideológicas, como el racismo, el odio o la discriminación sexual, resulta por lo menos sospechosa y sintomática. Es como si el acento puesto en lo escandaloso y urgente estuviera funcionando a favor de ocultar o desviar la reflexión más comprensiva del fenómeno mismo de la violencia sistémica del capitalismo. A partir de aquí se pueden interpretar con mayor sutileza los movimientos y las actitudes de los "nuevos co­munistas liberales", cuyos íconos serían Bill Gates y Georges Soros. Estos encabezan un ejército de liberales pragmáticos para quie­nes sólo hay problemas concretos que deben resolverse: la pobreza africana, la situación de la mujer en el Islam o la violencia religiosa fundamentalista. La clave de esta posición es que para resolver estos problemas se necesitan medios y que, consecuentemente, para dar antes se debe tomar y, dadas las experiencias de fracaso del colectivismo o del estatismo, sólo se puede confiar en la iniciativa privada. Este es un aspecto que confirma cómo el ataque a la violencia subjetiva oscurece el hecho de que es el sistema mismo el que la produce.

En el otro extremo de la cuerda ideológica es necesario dar cuenta también de la violencia religiosa o fundamentalista y de los ataques suicidas que se ha convertido en una de principales fuentes de muerte en el mundo. Esta alternancia de violencia y contraviolencia da la medida justa de un círculo vicioso donde se genera aquello mismo que se combate. Estos atentados se llevan a cabo en nombre de un sentido absoluto proporcionado por la religión. Se puede afirmar que su objetivo es el modo de vida occidental que se fundamenta en la ciencia moderna. Una ciencia que el Occidente fue construyendo a lo largo de los siglos y a la que el Oriente se enfrentó de modo abrupto, no quedándole otra opción que erigir "el escudo del fundamentalismo, esa reafirmación psicótica, delirante e incestuosa de la religión como comprensión directa de lo real divino, con todas las terroríficas consecuencias que tal reafirmación implica".

Sin embargo, el punto culmi­nante de su argumentación la alcanza Zizek en el análisis de los estallidos en los suburbios de París del año 2005. Comparados con las revueltas del mayo del 68, lo primero que salta a la vista es su carencia total de perspectiva alguna. No hubo demandas específicas, sino "sólo una resistencia en el reconocimiento, basada en un vago e inarticulado resentimiento". Lo que resulta entonces es un acto de protesta violento que no exige nada y que rechaza la intención hermenéutica de la búsqueda de un significado oculto o profundo. Aquí nos encontramos en el tópico más específico de la posmodernidad, la "crisis de sentido", es decir, la desintegración del vínculo entre verdad y sentido que la modernidad sostenía en la dialéctica establecida entre la religión y la ciencia. Esta violencia es un "pasaje al acto", un movimiento impulsivo a la acción que no puede ser traducido al discurso o al pensamiento. Es, en todo caso, el mensaje de un sujeto colectivo que reafirma su presencia en el acto de violencia puro, lo que redunda en un miedo social a que una desintegración completa de la estructura se consume en cualquier momento.

Es precisamente en esta carencia de sentido y razón donde ancla, desde una perspectiva psicoanalítica Silvia Ons en su libro “Violencia/s” en el que destaca la proliferación, la ubicuidad, la multiplicación de la violencia que se manifiesta no sólo en las terribles tragedias cotidianas, sino, y en especial, en la manera que tiene el hombre actual de interpretar el mundo. La autora argentina pone el acento en la desaparición de las fronteras y la irrupción de una violencia que ya no tiene estrategias: "Desprovista de encuadres ideológicos, sin los antiguos marcos que podrían imaginariamente darle una razón, da lugar al dicho corriente de la violencia por la violencia misma". Es así que se la percibe no sólo en el ataque hacia el semejante, tanto en el plano delictivo como en el político, sino también se la ve vuelta hacia el propio sujeto como en la proliferación de accidentes y en el maltrato y el desborde juvenil.

Contrapuesta a la violencia del siglo XIX, por cuyos fundamentos se interrogaba Benjamin en "Para una crítica de la violencia" (fines justos e injustos, legitimidad o ilegitimidad en el principio mo­ral) nuestros días cargan con la falta de ideologías que justifiquen o encuadren las aproximaciones a los hechos violentos. Se trata igual un corte de ruta por razones de reivindicaciones laborales que la trata de personas o la violación infantil. Desde el "Dios ha muerto" de Nietzsche, que ya había aflorado en el "todo está permitido" de Dostoievski y que Lacan reformula "si Dios no existe ya nada está permitido", la relación de la violencia con la moral queda al descubierto.

Ons toma esta cuestión en la vertiente del discurso lacaniano y señala que vivimos una época signada por la crisis de lo real, donde los discursos se separan de éste "para proliferar deshabitados". Esto es lo que produce un abismo infranqueable entre lo que se dice y lo que se hace. Para la psicoanalista tal desvinculación sería el signo de nuestro tiempo. En consecuencia, se percibe una pérdida de legitimidad del poder y lo que resta es una ética anacrónica que pregona valores inmuta­bles. Hay una caída que inaugura el nihilismo y que se manifiesta en el derrumbe de la pirámide especulativa en la que se sostenían los sistemas filosóficos y morales. Este desgaste de los valores era la condición necesaria, en Nietzsche, para una transformación y creación de los valores nuevos que "respeten la multiplicidad de la vida". Pero es cierto también que existe otro camino, el del hombre sin trascendencia, cuyo destino es errar en la pérdida de todo fundamento, hundiéndose en una nada infinita. Es el hombre vacío, el hombre de nuestros tiempos, que desprovisto ya de las marcas históricas, sólo apunta a las identificaciones colectivas y tiende a segregar y rechazar lo que no entra en este ámbito.

En esta vía de las identificaciones y colectivos, se localiza también la reflexión acerca del pánico que se entronca en la tradición freudiana con la psicología de las masas. En su obra Freud asigna la palabra "pánico" a la angustia de las masas "huérfanas de ese conductor que representaba el ideal del Yo", ideal que unía entre sí a los individuos. Para Ons, en esta anticipación se descubre el nudo de la cuestión: el pánico frente a la inminencia del peligro se da ante la desaparición de aquello que parecía amortiguarlo. Lo social, que regula y contiene al individuo, se desmorona, y la caída de los ideales comunes produce un estado de fragmentación y desamparo. Nuestra época nos presenta la confluencia de la pérdida de la autoridad y de la ausencia de construcciones ideológicas capaces de orientar a los sujetos.

Paul Virilio, en un libro que se titula precisamente “Ciudad Pánico” (Libros del Zorzal, 2006), considera que, en la actualidad, los atentados y los accidentes sustituyen a la guerra en la producción de un estado de alarma permanente que sería la matriz del pánico en las ciudades. Para este autor, la no materialización de un enemigo claro y contundente como los adversarios de una guerra y la pérdida del carácter político de lo que se consideraba una ciudad son los elementos que desembocan en un estado de miedo y de angustia. La ciudad, que alguna vez fue el corazón de nuestra civilización, se ha vuelto el corazón de la desestructuración de la humanidad.

Entonces, por un lado, ruptura de fronteras, globalización, universalización bajo la instauración de un capitalismo que regula intercambios desiguales; por otro, encierros y reclusiones voluntarias ante la percepción de peligros externos, y en todos lados, la irrupción de tensiones que se resuelven en las modalidades de lo violento y se expanden sobre la disolución de la diferencia de lo público y lo privado. El esfuerzo por darles un sentido aún cuando éste aparezca fragmentario y fugaz, da cuenta de la necesidad de localizar, acotar y comprender este aspecto cada vez menos excepcional de la vida moderna.


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